Siete amigos que lo son desde hace años (tres parejas y un soltero) se reencuentran en una cena en la que deciden jugar a un juego extraño y arriesgado: ponen sus smartphone sobre la mesa y al grito de “no tenemos nada que ocultar”, deciden compartir los mensajes y las llamadas que cada uno de ellos reciba durante la noche, en una especie de ruleta rusa a golpe de SMS y tonos de llamada.